El hombre no puede separarse de sus emociones. Ningún intérprete puede hacer su trabajo sin dejar de sentir una natural empatía, identificación o solidaridad con el interpretado o su circunstancia, o al contrario: también puede darse el caso en que el profesional sienta desaveniencias de cualquier tipo con el sujeto de interpretación.
¿Son las emociones mal acompañante del intérprete? No es para nada una condición necesaria. De hecho, la empatía bien canalizada puede lograr una mayor fluidez comunicacional, de forma que se convierte en un facilitador a la hora de sobrepasar barreras que tienen que ver con temas culturales o humanos.
En todo caso, es fundamental que el intérprete tenga siempre presente que su trabajo tiene unos límites bien definidos: se trata de hacer de puente comunicacional entre las partes, para que estas se entiendan, sin formar parte del mensaje en sí, pues éste es una competencia exclusiva de cliente y el interpretado.
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